No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:6-7)
Estimados miembros y amigos de la Iglesia Metodista Unida de Echo Park:
Vivimos en un mundo que perpetuamente parece estar plagado con malas noticias. Cada día trae más historias de sufrimiento y terror alrededor de nuestro mundo… guerra y agitación social… caos politico… migración en masa… enfermedad epidémica…desastre natural y catástrofe climática… violencia y anarquía… incertidumbre econímica… tráfico de personas… falta de vivienda y pobreza… ¡La lista sigue y sigue! ¿Cómo no podemos desesperarnos… especialmente cuando agregamos nuestras propias luchas, incertidumbres y tragedias locales a estas crisis mundiales? Hay momentos cuando la preocupación y la desesperación parecen ser las únicas respuestas racionales a las incertidumbres en las cuales vivimos nuestras vidas.
En este aspecto, el mundo del apóstol Pablo no estaba muy diferente de lo nuestro. De algunos modos, era aún peor. Como cristiano, Pablo pertenecía a una minoría perseguida que enfrentaba al encarcelamiento, la tortura, e incluso la muerte por su abrazo del evangelio de Cristo y por su compromiso con el camino de Jesús. Él mismo finalmente moriría a manos de un verdugo romano después de años de encarcelamiento en cárceles romanas. Y multitudes de otros discípulos de Jesús sufrirían un destino similar. La historia del cristianismo se construía en la fundación de estos mártires del primer siglo.
Podríamos esperar que Pablo y sus seguidores se quejen de los peligros de seguir a Jesús. Después de todo, no pudo haber sido fácil soportar el ridículo, abuso, y violencia a los cuales se sometían diariamente. Sin embargo, Pablo se negó a respaldar tal enfoque. En cambio, él les aconseja a los cristianos filipenses que dejen de preocuparse y que pongan su confianza en Dios quien escucha sus oraciones y responde a sus necesidades. La respuesta apropiada para un seguidor de Jesús no es la ansiedad y el temor ante dificultades y peligros en curso sino la gratitud enraizada en la fe de que Dios tenga todas las cosas bajo control. O, como Pablo afirma en su otra carta a la Iglesia de Roma, “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.” (Romanos 8:28) Sin embargo, si esto es así, entonces ¿cómo no podamos decir gracias, y decirla continuamente?
La fiesta de la Acción de Gracias en la que se basa nuestra celebración actual sucedió justo antes del segundo invierno de los Peregrinos en Massachusetts. Apenas habían sobrevivido su primer invierno en 1620. Más de la mitad de su compañía había muerto de hambruna, enfermedad, y exposición a los elementos. Sin embargo, con la ayuda de la tribu Wampanoag de los nativos Americanos, ellos habían aprendido a cultivar la tierra de manera efectiva, y su cosecha en 1621 fue abundante. En noviembre de aquel año, se reunieron para dar gracias a Dios no sólo por las bendiciones que ya hubieron recibido, sino también por su expectative fiel de que Dios les permitiría sobrevivir hasta la primavera siguiente. La acción de gracias no es sólo nuestra respuesta a las cosas buenas que ya han sucedido; es una forma de vida enraizada en nuestra convicción de que todo, pasado, presente, y futuro, está en las manos de un Dios amoroso quien cuida de nosotros y nos bendice en todas las circunstancias de nuestras vidas.
¡Que Dios los bendiga a ustedes y a todos sus queridos con este espíritu de gratitude fiel y esperanzador! Y ¡que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús!
¡Feliz Día de la Acción de Gracias!
Pastor Frank Wulf